domingo, 19 de septiembre de 2010

Júpiter 28/08/2010

Bueno, ha pasado el tiempo desde la última entrada y, el caso es que, lejos de tener la intención de excusarme, sólo diré que se debe a un cúmulo de eventos y a cierta dejadez por nuestra parte, que no nos dejó afrontar cosas como dificultades meteorológicas, geográficas y de escasez de tiempo libre (nada fuera de lo habitual), con la energía que hubiera sido deseable.

Sin embargo ha habido salidas, hemos visto cosas, aunque no las hemos fotografiado con éxito, pero ya nos hemos familiarizado mucho más con el telescopio, especialmente con el sistema GOTO, la alineación automática (que resultó no ser tan fácil como parecía) y sobre todo la cámara. La cámara, que sólo dispone de drivers para Windows de 32 bits, y, por consiguiente, no funcionaba con nuestro portátil nuevo, que tiene un Windows 7 de 64 bits. Claro está, salir al campo con el ordenador de sobremesa, que sí permitía la instalación de aquellos drivers, hubiera sido engorroso y evidentemente ridículo. Al final salvamos felizmente la situación con los controladores de otra cámara similar (¡ah, la informática!). Y también hemos avanzado algo en su manejo, que tampoco resultó tan sencillo. ¿El resultado?

El resultado: conseguimos fotografiar Júpiter el día 28 de agosto desde una localidad de Zamora en la que solemos pasar tiempo y donde se disfruta de unos cielos bastante limpios y con muy poca contaminación lumínica. Los objetivos eran fotografiar Júpiter con los 4 satélites de Galileo (¡¡¡las Estrellas de los Medici!!!). También, y como somos unos ilusos, pretendíamos la misma noche fotografiar la Galaxia de Andrómeda (M31). Ilusos porque aquella noche y a esas horas a las que salimos había una luna hermosísima y, claro, su luz nos dificultó mucho la tarea. Pero no era cuestión de volverse atrás otra vez.







La luna aquella noche. Los grandes y claros circos de Tycho y Copérnico.

El resultado fueron las fotografías de Júpiter que mostramos aquí. No quedaron mal, dadas las circunstancias y las características de nuestro equipo. No pudimos conseguir fotografiar planeta y satélites juntos y que se apreciaran detalles en el cuerpo de Júpiter. La excesiva luz del planeta hacía que tuviéramos que cerrar el obturador mucho para obtener detalle, y esto nos hacía perder el resto. Si queríamos satélites, Júpiter se volvía un destello de luz. No intentamos por tanto demasiadas tomas de los satélites (y, para colmo una que logramos con los 4 se perdió “por descuido”) y nos centramos en sacar el máximo detalle de Júpiter. A unos 140 aumentos, el planeta mostraba cierta tendencia a escaparse de nuestro campo, aún después de alinear el telescopio usando un ocular de cruceta. Sin embargo…

El disco luminoso de Júpiter, con Europa y Ganímedes.

Júpiter es el mayor de los planetas del sistema solar. La distancia al foco solar es de 778 millones de km. Tiene un diámetro ecuatorial de 142.800 km. y polar de 133.500 km. El periodo de rotación completa es de 9h 55’ 41’’ en las regiones de latitud equivalentes a nuestras templadas. En el ecuador dura 9h 50,5 ‘. Es decir, no es uniforme. Esto es porque lo que vemos de Júpiter es su atmósfera masiva, que oculta a un planeta sólido, de dimensiones bastante menores. La rapidez de su rotación hace que la forma del planeta (de su atmósfera en realidad) aparezca “achatada”. La traslación, sin embargo, dura 11 años y 10 meses terrestres.

Se dice que Júpiter está en el límite entre un planeta y una estrella. El significado de tal afirmación es que, parece ser que su masa y su densidad son tales, que si se incrementara en un poco más (es decir si Júpiter hubiera sido algo mayor) la energía gravitacional habría bastado para desplomar su enorme masa lo suficiente como para aumentar su temperatura hasta el límite que permite las reacciones nucleares de fusión. Y como Júpiter está compuesto por enormes cantidades de hidrógeno, sucedería que estos átomos empezarían a fusionarse, creándose helio, y produciéndose ingentes cantidades de energía, tal y como sucede en nuestro sol y en general, en todas las estrellas que utilizan el hidrógeno como combustible. No se si hoy en día, y tras el descubrimiento de gigantescos exoplanetas y, especialmente de las llamadas estrellas enanas marrones, se conservará esta idea entre los astrónomos. Es de suponer que los límites han variado.

Lo que vemos desde el telescopio:

El disco iluminado de Júpiter aparece en nuestro campo rodeado por cuatro de sus satélites: Io, Europa, Ganímedes y Calisto, los llamados “Satélites de Galileo” (en honor a su descubridor, claro) que se hicieron famosos, no sólo porque se podían apreciar girando alrededor del planeta gigante con pequeños telescopios de aficionado, sino porque además sirvieron para calcular la velocidad de la luz. Se desconoce el número exacto de satélites de Júpiter, pero en esta última década se habían descubierto hasta un número de 63 y se sospecha que puede haber aún un número indeterminado de estos cuerpos sin descubrir.

Lo que vemos de Júpiter desde nuestro telescopio (y lo que muestran las fotografías) es un disco de color anaranjado o rosáceo en el que se ven unas franjas oscuras alternadas con otras más claras, unas zonas polares grisáceas y, si se observa con más detalle, algunas manchas que dan a la superficie un aspecto irregular o moteado. La atmósfera de Júpiter es muy densa. La enorme fuerza gravitatoria del planeta consigue mantener, “atrapar” y condensar una ingente cantidad de gases alrededor en una atmósfera masiva. Ésta se encuentra dividida en bandas rojo-anaranjadas alternadas con zonas claras, amarillentas.







Con el telescopio observamos bien las 2 bandas ecuatoriales separadas por la zona ecuatorial y, de forma muy tenue, alguna otra banda en regiones más alejadas del ecuador. Sobre una de las bandas ecuatoriales, la más destacada, se puede observar una pequeña “muesca”, como un pequeño grano que parece separarse de ella. Es la llamada Gran Mancha Roja. Parece ser que es un gigantesco tifón permanente, de dimensiones titánicas.



Si dispusiéramos de un telescopio mayor, podríamos obtener mayor resolución y más detalle en nuestra imagen de Júpiter. Apreciaríamos que esas pequeñas manchitas que se ven en nuestra imagen son en realidad enormes masas nubosas, gigantescas tormentas y remolinos que se mueven y desplazan unas con respecto a otras y, a su vez, giran a velocidad de vértigo con la rotación de Júpiter. Pero por el momento nos contentamos con estas imágenes más modestas, pero aún impregnadas de misterio y de la maravillosa sensación de que eso tan frágil, del tamaño de una canica, que flota delante de nosotros como por arte de magia, con sus cuatro mundos diminutos orbitando, es en realidad el gran gigante de nuestro sistema solar.